Santa Clara de Asís
Nació en Asís el 16 de julio de 1193 y falleció en la misma localidad el 11 de agosto de 1253. Era la hija mayor de Favarone Scifi, conde de Sasso-Rosso, representante acaudalado de una antigua familia romana, a quien pertenecía un gran palacio en Asís y un castillo en las faldas del monte Subasio. Eso es, al menos, lo que cuenta la tradición. Su madre, Ortolana, pertenecía a la noble familia de los Fiumi y destacaba por su celo y piedad.
En 1212, San Francisco acudió a la iglesia de San Giorgio de Asís para predicar durante la cuaresma. Las palabras inspiradas del Poverello encendieron una llama en el corazón de Clara. Fue a buscarle en secreto y le suplicó que la ayudara a vivir también "según el modo del Santo Evangelio". San Francisco, que enseguida reconoció en Clara una de esas almas escogidas destinadas por Dios para grandes cosas, y que indudablemente previó también que otras muchas podrían seguir su ejemplo, prometió ayudarla.
El Domingo de Ramos, Clara, engalanada, asistió a Misa Mayor en la Catedral, pero cuando los demás se acercaron hacia el pretil del altar para recoger un ramo de palma, ella permaneció ensimismada en su sitio. Todos los ojos se posaron sobre la joven. Entonces, el obispo descendió del altar y le colocó la palma en su mano.
Aquella noche cuando todos estaban durmiendo ella se levantó para ejecutar su plan de escape. Siendo Clara, aún menor de edad, escapó de la casa de sus padres en Asís y se las ingenió para atravesar las puertas de la ciudad y acudir a la Porciúncula.
Parece que había un plan perfectamente trazado por Francisco y Clara, con la aprobación del obispo Guido. Hacía meses que se entrevistaba secretamente con Francisco para decirle que ella necesitaba juntarse a su grupo de hermanos. Por lo que finalmente decidieron poner en marcha su plan. Esta fue la última vez que el mundo contempló a Clara.
Clara se encontró con Francisco en la Porciúncula. La ceremonia fue breve y emotiva.
Francisco le cortó sus largas trenzas y le vistió un hábito de penitencia. Luego Francisco la envió, acompañada de algunos hermanos, a un refugio seguro, al monasterio de benedictinas de san Pablo de las Abadesas en Bastia Umbra.
Su familia quiso devolverla a casa, pero en aquel lugar estaba protegida por la excomunión papal contra cualquiera que se aventurara a entrar en las dependencias de las religiosas. Al cabo de un poco de tiempo Clara pasó a otro monasterio de benedictinas, en Sant'Angelo di Panzo, en las estribaciones del monte Subasio.
Allí se le juntó su hermana Catalina. Su tío Monaldo acudió allí para llevarse por la fuerza a Catalina de regreso a casa, pero su plan no resultó. Clara y su hermana, que había cambiado su nombre por el de Inés, fueron enviadas por Francisco a San Damián.
Muchas muchachas más se dejaron atraer por esa vida. En esta pequeña capilla y en el monasterio adyacente Clara y sus hermanas vivieron una vida enclaustrada, sin ninguna propiedad o posesión, dedicadas a la oración y caridad. Francisco nombró a Clara como superiora de la comunidad, y por cuarenta años será la priora del convento y las monjitas no aceptarán a ninguna otra en su reemplazo mientras ella viva.
En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos. En otra ocasión los enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué.
27 años estuvo enferma nuestra santa, lo soportaba con paciencia heroica. En su lecho bordaba y hacía costuras, y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó: "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado, como la que tiene esta santa monjita".
En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: "quiero que seas tú la que bendigas estos panes". Santa Clara le dice que sería una falta de respeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo. El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.
Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos. San Francisco ya había muerto, y tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".
El 11 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, se fue al cielo a recibir su premio.